Cinco piedras

Cinco piedras

Tomó cinco piedras lisas de un arroyo y las metió en su bolsa de pastor. Luego, armado únicamente con su vara de pastor y su honda, comenzó a cruzar el valle para luchar contra el filisteo.   1 Samuel 17.40

David intentó vestirse con la armadura de Saúl, pero le resultó demasiado pesada y torpe como para usarla en una situación de combate. Descartó la opción de intentar salir a la batalla vestido como otro hombre.
Saldría como David porque se sentía cómodo siendo la persona que había sido toda su vida.

La armadura de Saúl incluía las armas que usualmente se usaban en combate: una espada, un escudo y una lanza. David, sin embargo, no tenía experiencia en el uso de estas armas, pues nunca había formado parte del ejército del rey.

Cuando descartó la armadura de Saúl, también decidió desechar las armas que le ofrecía. Bajó al arroyo y escogió cinco piedras lisas para disparar con su honda.

La consternación debe haberse apoderado de muchos de los que observaban al joven. Poseídos del mismo escepticismo que el rey Saúl, no podían evitar la sensación de que esta historia iba de mal en peor. David no solamente carecía de la experiencia básica que le habría ofrecido ventajas mínimas para el combate, sino que ahora escogía armas más apropiadas para un pasatiempo que para la guerra.

La elección de David es coherente con su decisión de no usar la armadura de Saúl. Él entendía que no podía ser otra persona que la que era. Y junto a esta convicción, también creía que si Dios lo iba a usar debería ser con las capacidades que poseía. Su especialidad era el uso de la honda. Muchas veces le había sido útil en el trabajo de defender a sus animales. Ahora la iba a emplear para derrotar a Goliat.

Del mismo modo que el Señor no nos llama a vivir imitando a nadie, también nos anima a creer que podemos serle útiles con los dones que él nos ha dado. Este punto, fácil de entender, no es tan sencillo de aceptar en la vida real. Cuando Dios llamó a Moisés para representarlo ante el faraón, el pastor de Madián miró sus propias capacidades y dudó de la sabiduría de la propuesta. Él definitivamente no era el hombre adecuado para cumplir con esa misión. De alguna manera insinuaba que a Dios se le había escapado tomar nota de las limitaciones que padecía.

Entiendo, sin embargo, que Dios lo llamó precisamente por las características que tenía. Si no hubiera sido el hombre ideal para aquella misión, el Señor habría llamado a otro. Pero lo llamó conociendo bien quién era y cuáles eran las capacidades que poseía.

Cuando Dios llama, también capacita. Todo lo que necesitamos para el camino por delante ya lo hemos recibido. Quizás no seamos conscientes de la riqueza que poseemos, pero el Señor sí la conoce. No se ha equivocado. Nuestra vida, con los dones que nos ha dado, es exactamente lo que él está buscando para hacer avanzar su reino en el lugar donde nos ha puesto.

Para pensar
Cuando el Señor te manda a una misión te equipa para eso y aunque no te des cuenta El trabaja en ti.
«Entonces el SEÑOR lo miró [a Gedeón] y le dijo: “Ve tú con la fuerza que tienes y rescata a Israel de los madianitas. ¡Yo soy quien te envía!”». Jueces 6.14


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