Error de calculo

Error de cálculo

Goliat caminaba hacia David con su escudero delante de él, mirando con desdén al muchacho de mejillas sonrosadas. «¿Soy acaso un perro» le rugió a David «para que vengas contra mí con un palo?». Y maldijo a David en nombre de sus dioses. «¡Ven aquí, y les daré tu carne a las aves y a los animales salvajes!» gritó Goliat.   1 Samuel 17.41-44

David había intentado vestir la armadura de Saúl, pero le resultó demasiado incómoda para gozar de la libertad de movimiento que exigía el enfrentamiento con Goliat. Armado solamente con su vara y su honda, se acercó al gigante, dispuesto a librar batalla en el nombre del Señor.

No es difícil imaginar la indignada furia con la que el gigante de Gat lo contempló. Durante cuarenta días había desafiado a los escuadrones de Saúl. Rugía por un adversario digno de sus habilidades para el combate. La falta de respuesta por parte de los israelitas debe haber alimentado peligrosamente su sensación de ser invencible. Ahora, sin embargo, se sentía genuinamente insultado. ¿Lo mejor que podían ofrecer era este muchacho de mejillas sonrosadas? ¡No parecía tener siquiera edad para afeitarse! Goliat expresó su indignación con los más groseros insultos, asegurando que convertiría la vida del joven en alimento para los animales de carroña.

Ya hemos considerado la forma en que Saúl intentó disuadir a David, convencido de que este no tenía posibilidad alguna de salir airoso del combate.
•Aquí, sin embargo, nos encontramos frente a la persona que va a pelar contra David, el mismo Goliat.
•Este comete el error más básico de un enfrentamiento entre dos personas:
osubestima la amenaza que representa su rival.
oEl exceso de confianza lo lleva a creer que lo que tiene por delante no es más que un sencillo «trámite».

No puedo dejar de pensar en los tres discípulos dormidos mientras Jesús agonizaba en Getsemaní. El Mesías sabía bien a quién se enfrentaba. Los discípulos, debilitados por el cansancio, no entendían la magnitud de la confrontación que sucedía a escasos metros de donde ellos dormitaban. Cuando Jesús los descubrió, no dudó en advertirles: «Velen y oren para que no cedan ante la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil» (Mateo 26.41).
Pedro describe al enemigo «como un león rugiente, buscando a quién devorar» (1 Pedro 5.8).
Quien ha visto a un león en su hábitat natural sabe que no se trata de un animal ansioso por recibir nuestras caricias. Al contrario, su sola presencia inspira temor y respeto.

Del mismo modo, constituye un grosero error subestimar las artimañas del enemigo de nuestras almas. Se nos ha llamado a estar atentos, «para que Satanás no se aproveche de nosotros. Pues ya conocemos sus maquinaciones malignas» (2 Corintios 2.11).

Aunque ya ha sido derrotado, sigue activo en el mundo y la cultura que nos rodea, buscando siempre socavar el fundamento de nuestra esperanza. Velemos y oremos, para no ceder ante la tentación.

Para pensar.
«Nunca subestimes el problema al que te enfrentas ni subestimes tus capacidades de resolverlo». Robert Schuller

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