Nada excepto Cristo

Nada excepto Cristo

Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder. 1 CORINTIOS 2:2–4


La reflexión sobre 1 Corintios 2:2–4 se centra en la sabiduría divina en contraposición a la sabiduría humana, destacando que la verdadera revelación espiritual no proviene de la elocuencia sino de la obra del Espíritu Santo.

La enseñanza subraya que el poder de Dios se manifiesta en el cambio de vidas a través de la predicación del Evangelio, especialmente de la cruz de Cristo, y que esta transformación es la prueba más sólida de su poder.


He tratado de imaginarme como podría haber sido ir a Corinto o a otras ciudades griegas del tiempo de Pablo y tratar de hablar con esos pensadores sabios y brillantes. Después de estudiar cada pergamino que me dieran, y de obtener sabiduría de todos sus argumentos, habría orado a Dios para ayudarme a vencer sus objeciones.

No sabemos qué fue lo que hizo Pablo, pero su respuesta es asombrosa. En lugar de ir tras ellos con grandes razonamientos y una lógica aguda, se fue exactamente en la dirección opuesta. Se quedó en Corinto un año y medio, y muchos vinieron a Cristo a causa de él.

Más tarde, cuando escribió 1 Corintios, dijo: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (2:2).

Eso es sorprendente. Si un hombre pudiera haber tenido la habilidad de razonar con esos griegos y que podría haberles mostrado las falacias en su lógica, con toda seguridad era Pablo. Pero, siendo guiado por el Espíritu Santo, escogió una presentación indefensa: dejar que Dios hablara a través de Él y que tocara los corazones de la gente.

El poder de Dios:
1 Corintios 2:2–4 afirma que el mensaje central de Pablo fue la proclamación de Jesucristo crucificado. Esta proclamación no dependió de la elocuencia o la sabiduría de las palabras humanas, sino de una demostración del Espíritu y de poder.

Sabiduría divina vs. sabiduría humana:

El apóstol Pablo contrasta la "sabiduría" de Dios, que se revela a través del mensaje del evangelio y el poder del Espíritu Santo, con la "sabiduría" del mundo, que se limita a la razón humana.

Demostración espiritual:
La predicación de Pablo, aunque pudiera parecer débil o temblorosa a los ojos humanos, tuvo un poder espiritual que transformó vidas.

La conversión de pecadores, la humillación de los orgullosos y la restauración de los perdidos son pruebas tangibles de este poder divino.

La transformación y la responsabilidad
Nacimiento espiritual:

Para comprender las cosas espirituales, es necesario un "nuevo nacimiento" a través de la fe en Cristo. Las personas que no han sido transformadas por el Espíritu están limitadas por la razón humana y no pueden entender la verdad espiritual.

Responsabilidad individual:
Cada creyente tiene la responsabilidad de vivir según la mente de Cristo y ser ejemplo para otros. No se puede culpar a otros o a las circunstancias por el apartarse de la fe. Es una responsabilidad personal y individual.

Conclusión
En resumen, 1 Corintios 2:2–4 llama a depender de la demostración del poder de Dios en lugar de la persuasión humana.
La sabiduría de Dios se manifiesta en la cruz de Cristo y la transformación de las vidas de los creyentes, quienes tienen la responsabilidad de vivir una vida que refleje esa transformación. Esto implica una dependencia total del Espíritu Santo y no de las capacidades o la sabiduría del hombre.

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