Recordatorio
Recordatorios
Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti […] Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
2 TIMOTEO 1:6–7
No importa qué tipo de problema tengamos en nuestra vida, necesitamos dominio propio y disciplina para obtener la victoria y mantenerla. Creo que esto es especialmente cierto con respecto a nuestros pensamientos y la batalla por nuestra mente. Lo que comienza en la mente al final sale por la boca, y antes de darnos cuenta, le estamos diciendo a todo el que quiera escuchar cómo nos sentimos. Tenemos que disciplinar nuestra mente, nuestra boca, nuestros sentimientos y nuestras acciones para que estén en acuerdo con lo que la Palabra de Dios dice.
Cada cualidad de Dios que está en usted y en mí, Dios la plantó personalmente en nosotros en la forma de una semilla el día en que aceptamos a Cristo (vea Colosenses 2:10). A lo largo del tiempo y a través de las experiencias de la vida, las semillas del carácter de Cristo comienzan a crecer y a producir el fruto de su Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre e dominio propio (vea Gálatas 5:22–23).
He descubierto que es virtualmente imposible operar en alguno de los demás fruto del Espíritu a menos que estemos ejerciendo dominio propio. Por ejemplo, ¿de qué manera usted y yo podemos permanecer siendo pacientes en medio de una situación molesta a menos que ejerzamos autodominio? O ¿cómo podemos caminar en amor y creer lo mejor de alguien después de que nos ha herido repetidamente a menos que usemos el fruto del espíritu del dominio propio?
Como cristianos, tenemos el fruto del Espíritu en nosotros, pero debemos escoger ejercerlo a propósito. No escoger ejercer el fruto del Espíritu es lo que produce cristianos carnales que están bajo el control de impulsos ordinarios y que andan tras los deseos de la carne (vea 1 Corintios 3:3). Lo que sea que ejercitemos se vuelve más fuerte.
Nuestros pensamientos y nuestras palabras son dos áreas en las que el Espíritu Santo está constantemente instándonos a ejercitar el dominio propio. La Biblia dice que: “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”, y: “De la abundancia del corazón habla la boca” (Proverbios 23:7; Lucas 6:45b).
El diablo está constantemente tratando de que aceptemos pensamientos incorrectos acerca de todo, desde el amor de Dios por nosotros (o la carencia de él) a lo terrible que está por sucedernos. ¿Por qué? Porque sabe que una vez que comencemos a aceptar sus mentiras y a creer en ellas, es solo cuestión de tiempo para que comencemos a hablarlas con nuestra boca. Y cuando decimos cosas equivocadas, le abrimos la puerta a que las cosas equivocadas entren a nuestra vida (vea Proverbios 18:20–21).
¿Y si en lugar de permitir que nuestra mente repase todo lo que nos ha herido, nos recordáramos a nosotros mismos pensar en todas las cosas buenas que Dios ha traído a nuestra vida?
Cuando le permitimos a Satanás que llene nuestra mente con preocupación, ansiedad y duda, desgastamos nuestra capacidad para tomar buenas decisiones. La preocupación es también ingrata por naturaleza. He notado que las personas que se preocupan, pocas veces ven mucho bien en la vida. Hablan acerca de tragedias, fracasos, enfermedades y pérdidas. Parecen incapaces de enfocarse en las cosas buenas que todavía tienen en la vida.
Intente esto: cada día, enfóquese en las cosas que Dios hizo por usted en el pasado. Esto va a hacer que sea más fácil para usted esperar cosas buenas en el futuro. Mientras estaba escribiendo estas palabras, pensé en los memoriales mencionados en el Antiguo Testamento. Con frecuencia la gente amontonaba piedras como recordatorios de que Dios los había liberado o se les había aparecido. Cuando veían hacia atrás y recordaban, podían ver hacia adelante y creer.
El salmista escribió: “Dios mío, mi alma está muy abatida. Por eso me acuerdo de ti desde estas tierras del Jordán, desde los montes Hermón y Mizar” (Salmo 42:6, RVC). Se estaba recordando a sí mismo las victorias pasadas. Cuando estaba teniendo problemas, recordaba la gran obra de Dios en la vida de la gente.
Cuando las dudas traten de infiltrarse, usted puede hacer lo que hacía el salmista: puede ver hacia atrás y recordar que Dios siempre ha estado con su pueblo. Todos nosotros hemos pasado por ocasiones en las que nos preguntamos si sobreviviríamos. Pero lo hicimos. Al igual que usted lo hará.
Oremos
Mi gran Dios, perdóname por permitir que las cosas pequeñas de la vida me distraigan y se lleven mis pensamientos lejos de ti. Por medio de Jesucristo ayúdame a siempre recordar que tú estás conmigo en los momentos buenos y en los malos. Amén.
Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti […] Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
2 TIMOTEO 1:6–7
No importa qué tipo de problema tengamos en nuestra vida, necesitamos dominio propio y disciplina para obtener la victoria y mantenerla. Creo que esto es especialmente cierto con respecto a nuestros pensamientos y la batalla por nuestra mente. Lo que comienza en la mente al final sale por la boca, y antes de darnos cuenta, le estamos diciendo a todo el que quiera escuchar cómo nos sentimos. Tenemos que disciplinar nuestra mente, nuestra boca, nuestros sentimientos y nuestras acciones para que estén en acuerdo con lo que la Palabra de Dios dice.
Cada cualidad de Dios que está en usted y en mí, Dios la plantó personalmente en nosotros en la forma de una semilla el día en que aceptamos a Cristo (vea Colosenses 2:10). A lo largo del tiempo y a través de las experiencias de la vida, las semillas del carácter de Cristo comienzan a crecer y a producir el fruto de su Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre e dominio propio (vea Gálatas 5:22–23).
He descubierto que es virtualmente imposible operar en alguno de los demás fruto del Espíritu a menos que estemos ejerciendo dominio propio. Por ejemplo, ¿de qué manera usted y yo podemos permanecer siendo pacientes en medio de una situación molesta a menos que ejerzamos autodominio? O ¿cómo podemos caminar en amor y creer lo mejor de alguien después de que nos ha herido repetidamente a menos que usemos el fruto del espíritu del dominio propio?
Como cristianos, tenemos el fruto del Espíritu en nosotros, pero debemos escoger ejercerlo a propósito. No escoger ejercer el fruto del Espíritu es lo que produce cristianos carnales que están bajo el control de impulsos ordinarios y que andan tras los deseos de la carne (vea 1 Corintios 3:3). Lo que sea que ejercitemos se vuelve más fuerte.
Nuestros pensamientos y nuestras palabras son dos áreas en las que el Espíritu Santo está constantemente instándonos a ejercitar el dominio propio. La Biblia dice que: “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”, y: “De la abundancia del corazón habla la boca” (Proverbios 23:7; Lucas 6:45b).
El diablo está constantemente tratando de que aceptemos pensamientos incorrectos acerca de todo, desde el amor de Dios por nosotros (o la carencia de él) a lo terrible que está por sucedernos. ¿Por qué? Porque sabe que una vez que comencemos a aceptar sus mentiras y a creer en ellas, es solo cuestión de tiempo para que comencemos a hablarlas con nuestra boca. Y cuando decimos cosas equivocadas, le abrimos la puerta a que las cosas equivocadas entren a nuestra vida (vea Proverbios 18:20–21).
¿Y si en lugar de permitir que nuestra mente repase todo lo que nos ha herido, nos recordáramos a nosotros mismos pensar en todas las cosas buenas que Dios ha traído a nuestra vida?
Cuando le permitimos a Satanás que llene nuestra mente con preocupación, ansiedad y duda, desgastamos nuestra capacidad para tomar buenas decisiones. La preocupación es también ingrata por naturaleza. He notado que las personas que se preocupan, pocas veces ven mucho bien en la vida. Hablan acerca de tragedias, fracasos, enfermedades y pérdidas. Parecen incapaces de enfocarse en las cosas buenas que todavía tienen en la vida.
Intente esto: cada día, enfóquese en las cosas que Dios hizo por usted en el pasado. Esto va a hacer que sea más fácil para usted esperar cosas buenas en el futuro. Mientras estaba escribiendo estas palabras, pensé en los memoriales mencionados en el Antiguo Testamento. Con frecuencia la gente amontonaba piedras como recordatorios de que Dios los había liberado o se les había aparecido. Cuando veían hacia atrás y recordaban, podían ver hacia adelante y creer.
El salmista escribió: “Dios mío, mi alma está muy abatida. Por eso me acuerdo de ti desde estas tierras del Jordán, desde los montes Hermón y Mizar” (Salmo 42:6, RVC). Se estaba recordando a sí mismo las victorias pasadas. Cuando estaba teniendo problemas, recordaba la gran obra de Dios en la vida de la gente.
Cuando las dudas traten de infiltrarse, usted puede hacer lo que hacía el salmista: puede ver hacia atrás y recordar que Dios siempre ha estado con su pueblo. Todos nosotros hemos pasado por ocasiones en las que nos preguntamos si sobreviviríamos. Pero lo hicimos. Al igual que usted lo hará.
Oremos
Mi gran Dios, perdóname por permitir que las cosas pequeñas de la vida me distraigan y se lleven mis pensamientos lejos de ti. Por medio de Jesucristo ayúdame a siempre recordar que tú estás conmigo en los momentos buenos y en los malos. Amén.

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